Manifiesto contra el espejo
Tú que has leído tanto
tú que sufriste por Rocamadour
y que vives obsesionado con ser el oxímoron
que despierta en Montparnasse
arropado de piedras y de monjas desnudas
¿No es raro
que ignores este idioma simplón
de boca y boca y omligo seco?
Tú que defendías a Focualt
en arrabales desiertos
jurando odios eternos
a un tal Jurgen del que, por lo demás
conoces poco
Tú que citas a Paco Urondo
sin saber a ciencia cierta
donde habitan sus hormigas
tú que no miras nubes sino logos
y que mencionas pathos en la cena
o en el comedor vacío
o en el instante supremo de la cópula
Tú que me desprecias
por caminar sin Eco en los bolsillos
y que asistes a conciertos
o performances
o galerías
solamente porque el vulgo no comprendería
aquella pátina fundamental del tiempo
donde surge la belleza pura
que otros comentarán sin saber
que tu silencio
en el fondo es un desprecio seco
Tú que disfrutas tanto del abandono
que relames viejas heridas
como un Midas agobiado
de morder el oro
Tú
que de tanto buscarla
perdiste los motivos
y la risa llana
que tanto y tanto conmovía
Tú, que tanto gustas
de Fuguet y Caicedo
que gritas contra Llosa
y escondes sus textos
cuando visitan tu sala
Tú que mencionas
poco
a tus mayores
porque en algún aborto de viento
crees haber sido creado
y que hablas de la muerte
como una cereza deseable
y al mismo tiempo impúdica
porque la muerte siempre ha sido
horriblemente ajena
Tú
que hoy lloras con metrónomo
a tí
que has despreciado lo humano
que hacía noble tu fealdad
¿no es raro
que ignores este idioma simplón
de boca y boca y omligo seco?
¿no es raro que al verte
ya no te reconozca?
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