domingo, julio 10

Sueños: Francisca se hunde en el mar


A Francisca no le importaba. Tal vez su error terminó siendo su gran virtud. Tan poco le importó que a todos terminó por darles la impresión de que le importaba demasiado. Pero yo la conocí, y se que no le importaba. Un día caminabamos por Carrasco, bajábamos hacia la playa porque era de noche y a veces nos juntábamos en la orilla para leer y coleccionar caracolas. -Me iré- dijo mirando la arena que cubría su dedo meñique. -Ya no aguanto mas- Luego sobrevino un silencio tan profundo que por un momento me pareció  que el mar se había detenido y que las olas habían dejado de romper. En realidad era yo quien me había quedado detenido. Sabía que no era posible un desenlace distinto, pero en el fondo esperaba que en el último momento ella decidiese quedarse. No estaba acostumbrada a tanta hipocresía. El mundo es una verdad a medias me había dicho una vez. Se escoge la mitad que incomode menos y el resto se va rellenando de mentiras. Yo, que no creía en eso, la escuché y me encogí de hombros. Tiempo después lo comprendí. Hay quienes no pueden con tantas máscaras. A Francisca no le importaba, demasiada honestidad para este mundo. Nunca aprendió a convivir con la mentira, que en otras palabras significa que nunca aprendió a vivir. Esa noche tomó entre sus manos un poco de arena y viento y despacito fue soltándolo en el vacío. Un poco de arena se colgó de su cabello como un bracito desesperado intentando retenerla. Ella se levantó. No eran necesarias las despedidas. El mar se abrió a su paso, hasta que estuvo en medio, bien lejos, y entonces se cerró.

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