domingo, mayo 8
Dificultades comprensibles entre autor y personaje
Habiendo llegado a este punto, el hombre ya no tiene muchas opciones. Si decide matarlo ahora, todo terminará pero dejará demasiados cabos sueltos. Si decide concederle unos cuantos episodios mas de vida corre el riesgo de que ya nunca pueda matarlo. Y algo es seguro: Él debe morir. Cuando lo conoció tuvo sus dudas. Un buen tipo, medianamente culto sin exageraciones de vanidad ni sueños extravagantes. 22 años. Estudiante de derecho, huérfano de madre, deportista ocasional y fumador a media jornada. En otras palabras, un tipo recurrente, nada del otro mundo, pero apenas lo conoció, supo que tarde o temprano terminaría matándole. El problema es que ahora ya no sabe por qué. No existen motivos suficientes, lógicos, responsables. El muchacho en cuestión ha cometido las mismas faltas que el hombre hubiese cometido a su edad, se ha metido en los mismos problemas y ha respondido con mas o menos la misma cobardía que el hombre hubiese esperado de si mismo. Pero nada ha hecho que merezca degollar su cuello o rellenarle de plomo los bolsillos y los pulmones o volarle de un solo tiro la tapa de los sesos. Que situación desesperante. Tampoco es una opción dejarlo en paz, como si nada. Ya es tarde para eso. -Tu te lo buscaste, tu te lo buscaste- se repite el hombre en voz baja mientras sale en su búsqueda homicida. Pero sabe que es mentira, el joven no se busco nada, fue el hombre quien acudió a su encuentro sin ser convocado; fue el hombre quien le introdujo a la noche; fue el hombre quien hizo los arreglos, quien le presentó a Lucía, quien le vació por completo los pocos misterios que contenía. El mismo hombre que ahora lo busca para matarle, simplemente porque es demasiado cobarde como para matarse el mismo.
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