Cuando leí el túnel por primera vez, viajaba todos los días en un mismo bus que recorría la distancia entre Azogues y Cuenca con la convicción de que cada carrera era la última. A un ritmo de una página por minuto y tomando en cuenta los 16 minutos que dicho bus tardaba en llegar al destino me tomó casi un mes terminar de leer la novela. Nunca me había tomado tanto tiempo, pero nunca transgredí mi regla interna de leer a sábato únicamente en aquella suerte de túnel móvil, destartalado y humeante que me transportaba hasta la Universidad. En aquella época sabía incluso menos de la vida de lo que sé ahora. Mi única meta era hacer teatro y escribir guiones, asistía a cursos de Mecánica Automotriz como quien asiste a las misas obligatorias y mis mejores amigos estaban o demasiado lejos o eran imaginaciones ajenas plasmadas en un libro. Sábato aprendió a ser uno de ellos. En pocos autores me reconocía con tanta convicción como en él. Su mezcla vocacional de científico, físico y escribidor me pareció desde el inicio espectacular. Y bastaban líneas como "...vivir consiste en construir futuros recuerdos; ahora mismo, aquí frente al mar, sé que estoy preparando recuerdos minuciosos, que alguna vez me traerán la melancolía y la desesperanza." para adherirme a su literatura como el adolescente necesitado de ídolos que era. Sus dos novelas posteriores y sus innumerables ensayos me fueron llegando de a poco y fortaleciendo mi noción de él como un autor fundamental. Paradójicamente el último libro que adqurí es "Antes del Fin" el ensayo-diario de despedida del maestro. Aunque su muerte era predecible vuelvo a sentir en algún punto no determinado de mi anatomía una punzada leve y firme. Es cierto que ya no escribía, que en mas de una ocasión declaró su poco interés en continuar existiendo pero no deja de ser impresionante el Poder de fascinación que doña muerte ejerce cuando llega. Apenas a 55 días de cumplir 100 años don Ernesto se nos muere, y de una bronquitis. Tal vez sea porque uno aprende a sentirse acompañado por los autores que elige, tal vez sea porque andamos en épocas tristes, literariamente tristes, existencialmente tristes, tristemente tristes, tal vez sea por eso que me entero de su muerte predecible y sigo todavía sintiendo en algún lugar del cuerpo una leve pero firme punzada de dolor.
Aca nos quedamos sus amigos posibles, sus lectores voraces, sus colegas menores. Mañana levantaremos su esperanza gris pero hoy, es decir por hoy, solamente vale la pena recordar que..."la vida es tan corta y el oficio de vivir tan difícil, que cuando uno empieza a aprenderlo, ya hay que morirse "
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