miércoles, agosto 1

Háblame del mar. Fragmento: Carta de Amanda



Empecé a escribir esta novela hace 7 años. Aunque para decirlo con propiedad recién en los últimos 6 meses he comenzado a tomarla en serio. En términos cinematográficos ahorita está en etapa de rodaje. En un par de meses la postproducción, y ojalá que a fines de año esté lista para su publicación. Pero a veces ocurre que dan ganas de compartir, para oxigenar un poco a la guagua y para ver si provoca algo. Por lo pronto les comparto un capítulo corto. La carta de Amanda. Bienvenidas las críticas. Si alguien quiere leer el borrador para acolar con observaciones enhorabuena. Un abrazote 


28 de Mayo. Carta de Amanda.

No sé cómo empezar. Podría, por ejemplo escribir tu nombre una y otra vez, toda la noche, todo el insomnio y aun así no sabría qué decirte. No puedo, no quiero verte. Sé que me vas a mirar con esos ojos que piden explicaciones, que nunca las exigen. Y yo no puedo explicarte nada. Ya sé que piensas que soy una cobarde. Yo diría que además soy un poco idiota, pero algo tienen la cobardía y la idiotez que las vuelven tan atractivas. No creas que no se aprende también acá. Debajo de todo, debajo de ti, de tus planes, de tu cuerpo, Leo. Yo te he escuchado tanto tantas veces. No creas que así también no se aprende. A mí por lo pronto me basta. Tal vez no sea tan idiota, tal vez esto que hago (o esto que no hago) sea una muestra final de cariño. Pero también sé que vos no vas a creer en este sacrificio (si, sacrificio, aunque odies la palabra). Vos decías que el amor era un equilibrio, algo como una gotera en el techo. ¿Era así verdad? Como una gotera que dejaba entrar, cuando hacía sol, un rayo de luz. Y que eso era todo. Y luego te parabas en la cama y señalabas el techo y yo reía porque nunca te había visto desde abajo, tan lejos, tan flaco, tan ingenuamente desnudo. Y ahora estoy llorando, y dudo, pero tengo que decidirme, lo sé. Vos esperas de mí que tome una decisión, pero debes saber que puedo decidir y luego arrepentirme. Que nunca me decido del todo, que a veces miro atrás y decido regresar. Que para mí el amor es también la nostalgia, sobre todo la nostalgia. Y vos no tienes tiempo de nostalgias, o prefieres dejarlas para después, para cuando el tiempo nos deje de joder.

Por eso sé que estarás bien. Conmigo o sin mi vos estarás bien. No digo que mejor, pero yo sí puedo estar peor contigo. Hoy me vi al espejo, Leo, y me vi rodeada de vos. En todas partes este cuarto se te parece. Yo quise que se nos pareciera. Pero luego de ayer tengo la certeza de que todo te pertenece solamente a vos, incluso yo te pertenezco un poco. Pero no me voy por eso, solo lo noté. Tampoco me voy porque me asusten tus planes. Soy una cobarde extraña. No me asusta lo que me propusiste sino lo que vendrá después. Luego del gran golpe final solo puede haber una caída larga, infinita. Ya no quiero caerme Leo, ni siquiera a tu lado. Y además no soy del todo quien tú crees. Tal vez, ahora mismo sea mejor, pero a estas alturas ya no importa. Vos nunca me preguntarás esas cosas que yo no te cuente por propia voluntad. Vos crees que esa es una forma noble de respetar mi libertad. Yo creo que es tu forma de ser cobarde. De temer. Está bien, Leo, todos tememos acá. Todos nos cagamos de miedo. Pero no me quiero guardar nada. Si ahora me voy quiero irme quemándolo todo. Destruyendo hasta la última posibilidad de aproximaciones.

Me acosté con el Daniel, eso que vos sospechabas, que nunca te atreviste a preguntarme ni a preguntarle ocurrió. Y ocurrió mientras lo planificábamos todo. Mientras tú me decías que esto, exactamente esto es el equilibrio perfecto, la paz; Ahora lo sabes, o siempre lo supiste te quedaste callado, no importa el Daniel ahora no importa. Lo que quiero decirte es que tu paz de ese entonces era mi caos. Que tu alegría por tenerme estaba fundamentalmente basada en mi capacidad de engañarte. Que mi paz, por así decirlo, está basada en una mentira repetida. ¿Me vas a ver ahora diferente Leo? ¿Luego de esto tendrás el valor de ya no buscarme? Yo sé que no. Que pasarás por alto el detalle de mi tristeza y te enfocarás en el horrible engaño. Porque eres un hombre Leo, un hombrecito como cualquier otro. No. No como cualquier otro, pero eres un hombre al fin y al cabo. Y yo soy al fin y al cabo una mujer, que te ama y te detesta. Que quiere acompañarte y abandonarte. Una mujer que desea, que suda, que late, que tú no conoces aunque afirmes lo contrario. Y qué más da. Yo tampoco me conozco y también por eso me voy. Porque vos estás acostumbrado a explorar los límites y yo a cruzarlos. Cruzarlos y luego regresar, que es otra forma de la cobardía, tal vez la peor. Y porque sé que en ese momento, cuando llegue la hora exacta, tal vez a ti te falten fuerzas y entonces tengas que recurrir a mí. Y sé que no te podré fallar, que en ese momento no te fallaría, pero luego…

Vos lo tienes todo claro, excepto lo que pasa por mi cabeza. Esta es mi forma de ayudarte Leo. Por mi cabeza no pasa nada que no sea una explosión de ideas absurdas. No puedo dejar de pensar, ni por un segundo. Mi mente es una pantalla en circuito continuo. Como la pared de la casa del Javier cuando nos encerrábamos a ver películas durante dos o tres días. Sin apenas comer, como en un ritual desolador. Ahora me parece desolador. Y así está mi cabeza. Desolada y llena. Y también pienso en mi propio viejo. En qué pasaría si tú fueses yo y yo fuese tú. Si la carta se intercambiase de remitente. No sabría qué hacer, pero tu sí. Y eso nos diferencia. Y eso me hace cobrar fuerzas porque nuevamente me da por llorar y el techo suena porque llueve, cada vez más fuerte y pronto empezará a gotear por el agujerito que tú señalabas y sé que si gotea lloraré a gritos. Y, lo peor, sé que si ahora mismo te diera por entrar por aquella puerta todos mis argumentos carecerían de sentido y tendría que esconder esta carta o quemarla o tragármela en un último acto de desesperación que vos confundirías como siempre con algún trozo de locura. En algún momento seré capaz de mirarte a los ojos y decirte esto. Decirte que prefiero conservarte así. Cerrar los ojos e imaginar que pudiste ser un canalla o un cínico y decidiste ser bueno. No un bueno tibio que en las calles o en los cafés me provocan desprecio. Vos eres bueno, esencialmente bueno. Alguien que vale la pena conocer y amar. A mí me pasará este sabor sucio en la boca. Esta sensación de traicionarte y traicionarme. 

A mí me pasará y a vos también. Eso me enseñaste, sobre todo, que si uno no está dispuesto a darse es mejor desaparecer

No te olvides del Rumí. Él no puede vivir sin vos

Besos.
Amanda

1 opiniones, y tu?:

Unknown at: 1 de agosto de 2012, 11:13 dijo...

Amigo poco o nada puedo saber este arte ... lo que si puedo es asentar lo que esta carta de amando me transmitió ....

Sentimientos de tristeza amor rabia verdad ... muchas gracias sigue así :)

Seguidores

Blogger templates

Blogger templates

Blogroll


Popular Posts