martes, agosto 9

Siete Libertades Encerradas


Siete Libertades Encerradas

Al Pato Viteri, por dejarme imaginar los encierros



I El Humo

Este humo puede salir. ¿No se trata de eso la libertad? ¿De salir? ¿Qué importa a donde? Ahora mismo veo el humo. Todo lo que toca esta cocina se hará humo en algún rato. El agua se hace humo, la sopa no es sopa si no hay humo que compruebe su temperatura, hasta el arroz con papas de esta dieta repetitiva humea. Sin embargo en la cocina uno no se fija en el humo sino en la comida, a menos que el humo se ponga negro. ¿Y si se pone negro? ¿Será que por fin lo tomaremos en cuenta y veremos como hace para ser libre? Dos problemas: El humo negro es humo de incendio, y quiero salir no quemar a mis amigas y, aunque sea negro o transparente, el humo siempre huye para arriba. O sea que para ser libre como el humo tengo que aprender a volar y eso aquí no te enseñan. Solamente cuando duermo sueño que soy humo, estoy solita, en la cocina, y como nadie me observa me meto en la olla. Todo lo que toca una olla se hace humo. Yo también. Entonces sueño que me voy evaporando, completa, sin que falte un solo dedo. Soy humo y vuelo. Así puedo ver la cocina como nadie aquí la ha visto nunca: desde arriba. Pero ya la conozco demasiado, me voy colando por la rendija de la ventana rota. El patio está vacío. A nadie le interesa una fuga de humo, aunque esta vez el humo sea yo. Puedo volar. Vuelo bajito, me voy despidiendo de las plantas, de las puertas, de los espejos. Arriba llueve, no me importa. Es tiempo de salir. Entonces así es como se ve la ciudad de noche. Es linda, pero ya no siento mis pies. No había pensado en esto. El humo cuando es libre desaparece, tal vez por eso nadie se fija en él. Mucho menos en la cocina. No puedo sentir la lluvia, no pasa mucho tiempo para que yo también desaparezca. Pero fui libre, aunque sea por un rato, me hice humo y fui libre.


II Las Palabras

No pueden prohibirnos que hablemos, aunque de ciertas cosas no es posible hablar. Igual hablamos todo el tiempo, hasta con la boca cerrada hablamos. Aquí se aprende a comunicarse con los ojos y con las manos. Para decirle a alguien que no la queremos cerca es suficiente con mirarla frunciendo las cejas. Las novatas no lo entienden. Se pasan el tiempo hablando de lo mucho que disfrutaban estar afuera. No con nosotras sino con ellas mismas. Lo dicen llorando y yo las entiendo porque cuando llegué también hablaba ese mismo idioma. Después se acostumbran. No es fácil acostumbrarse, pero se acostumbran. A veces nos cuentan quienes son y nos cuentan lo que dejaron atrás. Entonces sus ojos hablan un poco más alto que sus palabras. Ella nos dijo que viajaba cuando la atraparon. No nos dijo por donde viajaba, pero sus ojos eran de costa, todas supimos que viajaba cerca del mar. Esa otra mujer nos hablaba de que era de noche, de que estaba muy oscuro, pero sus ojos nos aseguraban de que la atraparon a medio día, tal vez en el parque o en el terminal. Por eso hay cosas de las que no es posible hablar. Aunque cuando una ha estado aquí el tiempo suficiente aprende a decir inclusive las cosas imposibles. Nos reunimos las mas antiguas. Ya hemos olvidado a la fuerza por qué estamos aquí. Entonces nos contamos lo primero que se nos ocurre. Yo siempre invento que era la amante de un famoso político. Cada vez que cuento la historia añado nuevos detalles y lugares. A veces me atrapan en un baile de lujo, a veces en un auto con chofer, a veces cuando estoy a punto de tomar un avión. Mis ojos creen lo que dicen mis palabras y ellas pueden ver el color del vestido y la marca del carro y el cielo despejado detrás de las ventanillas. La abuelita me dice que se siente libre cuando hablamos de eso. Yo le creo


III Animales

Deben ser diez años desde la última vez que vi una vaca. Me gustaban mucho porque movían su cola de izquierda a derecha y suavemente cuando estaban contentas y de arriba hacia abajo y con rapidez cuando estaban molestas. Como crecí en el campo conozco bien a las vacas. Hay que empezar a ordeñarlas antes de que salga el sol y tratando de no despertarlas durante los primeros intentos. Hay que acariciarles suavemente las ubres al inicio y luego bajar con fuerza pero no demasiada fuerza porque les duele y se enojan, y una lo sabe por el movimiento de su cola. Extraño a las vacas porque aquí no hay animales. O sea no hay animales grandes y útiles como las vacas. Los guardias tienen un perro y a veces llegan otros perros que nos asustan porque todo el tiempo gruñen. Además llegan y desordenan y luego se van. En el techo se posan las palomas, pero no son palomas blancas como esas que le enseñan en la iglesia sino palomas grises o negras o manchadas y son todas sucias, pero se parecen a los perros porque ellas también se van. En otras palabras los animales siempre pueden salir. Nosotras solamente entramos. Pero los que mas fácilmente podrían salir no salen. Las arañas, las cucarachas y las hormigas no saben que también están presas y se quedan acompañándonos. Creo que si yo fuera una hormiga no me pasaría todo el día recorriendo el mismo camino. Sería una hormiga libre, pequeña y libre, pasaría por debajo de las botas de los guardias, por debajo de las patas de los perros y por debajo de las puertas, que para eso las hormigas no tienen problemas. Si fuera una hormiga saldría a la calle y no me detendría en las tiendas ni en las fuentes ni en los restaurantes. Cruzaría toda la ciudad con cuidado y me iría al campo, porque en la ciudad no es posible encontrar vacas.


IV Nacimientos

La suca está a punto de dar a luz. No va a ser la primera. Aquí las cosas son así: Si llegas embarazada tienes que avisar porque si se enteran después te metes en problemas. Cuando es de dar a luz te sacan al hospital y tienes que regresar al día siguiente o máximo tres días después. Te sacan en un carro y te regresan en un carro. Más bien es por comodidad digo yo, aunque a mi me gustaría que si me embarazo me dejen salir a pie. No podría escaparme aunque quisiera, es una cuestión de peso, pero sería lindo caminar por la calle aunque sea al regresar. A las guaguas que nacen les toca también nuestra vida, pero aquí nos cuidamos. Nos enseñamos, entre las que ya han pasado por eso con las que son nuevas. Pero el otro día escuché que la suca estaba con fiebre y decía cosas raras. Decía que no quería que la guagua salga. Que nunca volvería a ser tan libre como en su barriga. Allí estaba segura de todo. Ahí adentro nada podía hacerle daño ni quitarle las cosas que después no tendría. Ahora le veo sentada con los ojos perdidos. Capaz que no estaba con tanta fiebre, capaz que todo lo que dijo lo dijo en serio. También ha habido algunas que no han tenido a la guagua, pero nunca había escuchado a una que si la quiere tener decir que la guagua estaba más libre dentro de la barriga que afuera. Nosotras también estamos dentro y no nos sentimos mas libres, pero claro que tiene razón, no estamos dentro de nuestra mamá.


V Agua

No me gusta mi litera porque cuando llueve se moja. Esa gotera es imposible de arreglar, ya le pusieron macilla y madera pero el agua se acumula y se cae por la pared, como las literas no pueden estar muy separadas la mía está pegada a la pared y entonces se moja terriblemente y es peor por las noches porque a mi me gusta dormir por las noches. Entonces me toca dormir en el piso y es peor porque el piso es duro y también se moja. Una noche me enojé mismo y le seguí al agua para ver a donde se iba, no de donde venía porque yo ya sé eso. Entonces le fui siguiendo al hilito de agua y vi que se daba tres vueltas alrededor de la pata de la litera, después seguía rectito por las tablas hasta la puerta, se metía por debajo y se viraba a la derecha después a la izquierda y después a la derecha de nuevo. De ahí bajaba las gradas, de una en una sin torcerse para ningún lado, cuando llegaba abajo hacía como una curva y entraba en la cocina, por detrás de donde están las ollas iba y se apegaba a la pared y llegaba al tope y de ahí se daba la vuelta y volvía a salir por otra puerta, en el patio no tocaba las plantas ni las macetas ni las cosas tiradas sino que les iba así como evitando y seguía su camino el hilito de agua, entonces subía una grada y después otra y llegaba al pasillo que está junto a la puerta que está frente a la calle y ya en la calle se caía por la alcantarilla y recién ahí me daba yo cuenta de que también había salido con el agua


VI Libros

Nunca supe lo que era la libertad de a de veras. Nací pobre y viví pobre. Aprendí a leer pero no sirve de mucho cuando no tienes nada para leer. Acá caí por gil, por confiada, pero después de unos meses me acostumbré y hasta me gustó. Afuera no tengo a nadie ni tengo nada. Acá tengo amigas y comida y hasta aprendo cosas, en realidad acá me siento más libre. Extraño bajar las gradas y subir las gradas y volver a bajar las gradas que no se bien por qué me gustaba tanto hacer, pero acá me siento más libre que allá afuera porque también acá puedo leer. Afuera nunca había leído un libro. Aquí soy la única que se ha leído más de uno. Me gustan los que cuentan historias antiguas y vienen con dibujos, sobre todo los de las mil y una noches que una señora nos recomendó. Me gusta cuando los personajes de las historias vencen a los malvados y se quedan con los tesoros. La verdad a mi la plata no me importa mucho, pero que lindo que sería tener la ropa que esos personajes visten. Pero lo que mas me gusta, lo que me gusta muchísimo, es cuando en la historia aparece algún genio que le tienen encerrado en la lámpara mágica. Cosa de frotar y pum sale a cumplir deseos. Cuando leo me siento como ese genio que no es libre aunque puede cumplir todos los deseos del mundo. No es libre porque no puede cumplir sus propios deseos. Entonces me pongo a imaginar y digo que si yo fuera una genio en una lámpara mágica lo primerito que hiciera fuera cumplir mis propios deseos, pero tampoco deseo mucho. Sí me gustaría ver que salgan algunas de las compañeras que ya están mucho tiempo, y a mi también me gustaría salir, pero para volver a entrar y volver a salir si me da la gana. Eso haría si fuera una genio, eso y conseguir más libros de genios.


VII Pasos

Un día llega la muchacha esta. No habla, no dice nada, todos creemos que está muda o que es medio tonta. Come callada y despacio, se levanta bien temprano y se queda viendo la ventana, como tonta mismo, cuando es de salir al patio o de trabajar en algo ella se queda viendo al suelo. Cuando es de rezar ella ni abre la boca entonces además de tonta ha de ser bien pecadora. Al principio le preguntamos cosas, como no nos responde nos hace enojar pero después no le hablamos tampoco, por eso come sola y trabaja sola y se queda sola en el patio. Pero un día, alguien prende la radio y suena una cumbia de esas bien movidas, y quién ha de creer que la muda de repente se levanta y se pone a bailar, y baila tan lindo que todas nos quedamos con la boca abierta y cuando la cumbia se acaba buscamos otra radio con música para bailar y la muda se pasa bailando toda la tarde porque hasta las guardias se acercan a verle y le aplauden y le felicitan porque bien lindo mismo ha sabido bailar. Después ya es de noche y a la hora de comer todas le quedamos viendo a la muda y hasta le invitamos a que coma con nosotras. En lugar de sentarse con nosotras se sienta sola de nuevo donde siempre y se pone a comer de nuevo como siempre o sea despacito, pero nadie le molesta y todas le vemos así como con miedo pero también con respeto. Entonces la muda que nunca había abierto la boca se sonríe, y tiene la sonrisa mas linda que he visto en mi vida, la risa de alguien libre.

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