Los orígenes del frío imperceptible
Debo cuidar las espaldas
de quienes vigilan el frio
a veces se duermen
y entonces él escapa
desafiante
se arrincona en los bolsillos
para que nadie sospeche
cuando
ni cómo
ha de presentarse.
Las niñas
son las primeras en sentirlo
cuando sube desde el talón
cuando explora los muslos
inconsistentes y tibios
cuando termina de instalarse
en el pecho
entonces
es difícil convencerlo
de que regrese a su bóveda
nada lo calma
ni siquiera el calor
de un cuerpo fraterno
ni siquiera el destello
del fuego primitivo.
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