martes, enero 11

El señor J decide sentarse a desayunar


El señor J decide sentarse a desayunar

Un día J decide sentarse en media calle a tomar café y leer el diario. Imperturbable, no se inmuta cuando el primer conductor junta en una misma frase a su madre con al menos 5 sinónimos fisiológicos de la palabra genital. Tampoco hace caso cuando el segundo y el tercer conductor amenazan, en idéntico orden, con pasarle sus autos por encima sin ningún respeto a su inmaculado traje ni a su café. Al poco tiempo ya son bastantes los curiosos que se han arremolinado alrededor de J pero nadie se atreve a tocarlo. Muchos tienen una cara de incredulidad jocosa, otros conversan en voz baja como si estuvieran ante algún ritual e incluso los conductores –que a estas alturas ya son bastantes más que tres-  han dejado a sus bocinas descansar por un momento. Después de todo, a estas horas, el tráfico siempre se detiene, y resulta mucho más interesante que el motivo sea un tipo que desayuna en media calle. De pronto no se escucha ni un solo ruido. J tampoco se inmuta con el silencio y bebe los últimos sorbos de su café ya sin soplarlo porque la brisa mañanera se ha encargado del trabajo. Justo cuando se dispone a levantarse, dos policías lo rodean, y el los saluda amablemente con una sonrisa de oreja a oreja. Los desconcertados policías se quedan plantados cual robles milenarios sin percatarse de que ahora son ellos los que impiden el tránsito, mientras observan a J irse abriendo paso entre la gente que lo mira con un desconcertado respeto. Poco tiempo después las cosas vuelven a su cause normal. J sonríe porque sabe que esta noche los conductores, la gente y los policías tendrán mucho de qué conversar con sus familias. 

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