El Gran Hermano y Wikileaks
En 1984, el maravilloso libro que George Orwell escribiera hace ya más de medio siglo, Winston Smith, el personaje central, tiene un empleo curioso: Es uno de los redactores en el Ministerio de la Verdad. Su trabajo consiste en reescribir la historia. Lo que ha sido, lo que es y lo que será. Nada es real, nada es verdadero. La única verdad es la que el Gran Hermano quiere que se sepa o que se crea. Un día Winston, en medio de la más trivial de las circunstancias, se da cuenta del engaño. De la farsa en la que está metido. No es libre, nunca lo ha sido, nadie lo es. Entonces decide resistirse, rebelarse; se encuentra con Julia, una muchacha que también busca escapar del gran engaño, de aquella conformidad absurda y desinformada en que su sociedad se ha convertido. Finalmente no lo logran, luego de la tortura se resignan a pensar que nadie puede escapar del Gran Hermano. Su control es total, todo lo sabe, todo lo observa y no existe ninguna esperanza para romper con su hegemonía.
Cuando el libro fue escrito, y en las décadas posteriores a su publicación, muchas personas vieron en él un reflejo de los tiempos que pasaban. Los totalitarismos que en Asia y Europa usurparon los símbolos de la revolución para convertirse en patéticos estados policiales donde la opinión era un lujo y la diversidad un pecado. El tiempo pasó y los países otrora comunistas hoy son estados bisagra entre el lujo desmedido de unos cuantos y la pobreza de la mayoría. Ninguno ha logrado entrar en el paraíso, para ninguno se ha cumplido la promesa del mercado feliz. Y al mismo tiempo otro poder omnímodo se fortalecía. Estados Unidos se consolidó como la única mega potencia universal. En los funerales de la URSS nadie dudaba del nuevo imperio, del único imperio.
Al fin de cuentas es un imperio como cualquier otro, invade países, asesina niños, saquea riquezas, devasta territorios y evita o niega todas las responsabilidades. Sin embargo, para el caso gringo, siempre existió una característica diferente: su discreción.
¿Mataban? Sí, pero no eran asesinatos sino daños colaterales. ¿Robaban? Sí, pero no eran delitos de extorsión internacional sino medidas de ajuste estructural. El sistema capitalista, que no se incubó en USA pero que allí fecundó sus peores frutos, poco a poco fue especializándose en crear una realidad paralela. Un mundo basado en la publicidad y el consumo, en la frivolidad, en la desesperanza, en lo fugaz. Úselo y tírelo como paradigma generacional. El Gran Hermano ya no se encargaba solamente de poner en cárceles a los disidentes. Sus métodos se refinaron. La estrategia era sobre todo comunicacional para mantener a la gente ajena a lo que de verdad pasaba y pasa. Sin embargo, en plena era informática las patas cortas de la mentira comenzaron a salir a la luz. Ya lo profetizó hace pocos años Manuel Castells, el gurú teórico de la llamada “Sociedad de la Información”: Las nuevas batallas del siglo XXI serán determinadas por el acceso a la información. Pues bien, hoy como nunca el debate del acceso libre e irrestricto a la información y a la verdad está en boga. Wikileaks representa la punta de esta lanza, surgida desde la sociedad civil que demanda algo tan trascendental como sencillo: Información, conocer qué pasa, qué deciden a nuestras espaldas, que cosas se juegan en los tableros de los encuentros y lobbies de los que el ciudadano común apenas conoce las fotos o los ecos, y a veces ni eso.
La detención de Julian Assange, el hacker fundador de la página, es una muestra del miedo que tiene el Poder cuando los guiones se le empiezan a perder. La idea de la democracia y de la libertad son buenas siempre y cuando no sean muy curiosas. Pero que le podemos hacer, la esencia humana es libertaria aunque se empecinen en domesticarnos lo contrario. Assange ha abierto la puerta a un fenómeno tan complejo y profundo que apenas podemos sospechar su alcance. Es posible que el mismo sistema, que el Gran Hermano, camaleónico y acomodaticio como es, lo coopte para sus propios intereses. Pero cada vez somos mas los que creemos que es posible escapar. A diferencia de Winston y Julia, cuyo idealismo no conocía aun de facebook o twitter, en el 1984 de la actualidad los disidentes tenemos muchas mas herramientas para desenmascarar al Poder, para salir de la burbuja, para exigir la verdad. Como el botón de la muestra: ayer se abrió una página de firmas de apoyo al cese del acoso contra Wikileaks que en apenas 12 horas superó los 400000 firmantes y ahora mismo, mientras escribo estas líneas, la página web de Wikileaks, que intentaron borrar y desaparecer, sigue publicando “cablegates” en mas de 2000 mirrors, o páginas “espejo” que se multiplican por 5 cada vez que borran una. Cyberproletarios del mundo: Uníos, la revolución está en la red.
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